Sé que fue mucho tiempo atrás cuando se me rompió la primera pieza del corazón. No estoy hablando de una gran pieza, sino de esas pequeñitas que, al desmontar y montar de nuevo una radio vieja, no sabes bien dónde van ni para qué sirven.
Tengo que decir que siempre admiré a mi corazón, latiendo con energía con un latido perfectamente rítmico. Era obvio que no había enfermedad aparente en él, así que, quizás no eché de menos esa pieza sobrante durante demasiado tiempo.
Fue muchos años después cuando descubrí para qué servía. Era tal mi desconocimiento sobre su uso que necesité colocar ese pequeño engranaje un momento en su lugar para saber lo que me había faltado esos años. Os seré sincera, esa pieza era la que hacía latir al corazón lleno de amor. Ese día, la coloqué un instante en su lugar, pero el dolor era tan intenso que me la volví a arrancar y la llevo a día de hoy todavía guardada en uno de los bolsillos de mi chaqueta.
Con el tiempo, en algún momento de mi vida, me di cuenta de la soledad que me rodeaba. En mis recuerdos, me veo a mí misma sentada dentro de la bañera, mi mirada perdida y mis ojos húmedos cuando te fuiste y ya no me quedó punto de apoyo alguno en el que sostenerme. Ni siquiera en aquel momento inserté de nuevo esa pieza que me faltaba en el corazón para no sentir más el dolor por tu partida, era demasiado intenso como para arriesgarme.
Mucho tiempo después, volví a realizar algún intento de ponerme ese miserable trocito, pero nunca pude soportarlo. No podía soportar el dolor de sentir de nuevo.
Después, he caminado por esta vida, visitado países, conocido amantes, reído y llorado. No obstante, esa pieza que le falta a mi corazón, la que lo haría vibrar lleno de amor, la guardo a buen recaudo en el bolsillo de mi chaqueta.
A veces, me pregunto cómo será sentir amor de nuevo. A veces, me aterroriza pensar en ello. Sin embargo, cuando dejo mi mente en calma, esa niña que hay en mi interior grita para hacerse oír, llena de vida e ilusiones. A veces, me gustaría dejarla salir, pero me da miedo pensar en liberarla y exponerla de nuevo a la tristeza y al dolor que acarrea un corazón roto.
Tengo que confesar que, últimamente, juego con esa pequeña pieza entre mis dedos, mirándola, rozando sus irregularidades, sus marcas y heridas, sopesándola… anhelándola.
Escrito el 16/07/2021
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